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En Agridulce hoy iniciamos con una serie de publicaciones sobre las «Leyendas de México» que esperamos sean de su interés y las disfruten, algunas les serán conocidas, otras las irán descubriendo.

Durante la Época Colonial en México que duró alrededor de 300 años (1521-1821), surgieron un sin fin de Leyendas en diferentes Estados de la República Mexicana (antes Nueva España) y, que han circulado de boca en boca desde entonces, algunas terroríficas e impactantes, otras no tanto, pero que han quedado en la memoria histórica del país.

Se define como Leyenda a una narración oral o escrita de hechos sobrenaturales, naturales o una mezcla de ambos, que pasa de generación en generación, ubicándose en un tiempo y lugar.

«La Quemada»

Esta leyenda se ubica alrededor del año 1550, cuando Don Gonzalo de Espinosa Guevara y su hermosa hija Doña Beatriz arribaron a la Nueva España (México), venían de la Villa de Illescas, España, él era un acaudalado hombre de negocios con altas aspiraciones, ella se caracterizaba por ser una dama generosa que ayudaba a los más necesitados en su país, lo que continuó haciendo en México.

Se cuenta que durante una visita que Doña Beatriz hizo a Texcoco, se encontró con un italiano llamado Martín de Scopoli y éste, quedó prendado de su bondad y belleza, pero ella no le correspondía, Martín estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para lograr su amor, la celaba, y ahuyentaba a todos los pretendientes retándolos a duelo si era preciso.

Se decía que Beatriz estaba dispuesta a acabar con su belleza para que el italiano ya no la quisiera más y así terminar con los celos de su enamorado, porque no le agradó saber que se había batido a duelo y matado a algunos inocentes pretendientes.

Cual fuera el caso, Beatriz tomó una determinación heroica, resolvió terminar con la responsable de las desgracias, su belleza, se dispuso afearse a voluntad propia.

Cierto día, al no estar sus padres en México, despachó a la servidumbre para quedarse completamente sola en su casa, en una de las habitaciones puso a calentar un brasero con carbón, y cuando estaba a punto de quemarse, miró la imagen de Santa Lucía, quien se arrancó los ojos para no sucumbir ante un hombre enamorado locamente de ella. Se dice que a pesar de ya no tener ojos aun así podía ver.

Tomando valor, Doña Beatriz se arrodilló y colocó su rostro sobre las brasas ardientes y quemó su bello rostro, sus gritos y lamentos eran tales que Fray Marcos de Jesús acudió a la casa de la joven en donde vio con horror la terrible escena.

Al enterarse el enamorado de Doña Beatriz, llegó desesperadamente a su casa, encontrándola recostada sobre el sillón con un vestido blanco y un tocado negro que cubría su rostro; de la antigua hermosura que Martín amaba ya no quedaba nada, solo unos ojos adormilados, dulces que mostraban la inmensidad de su alma bondadosa.

Ya no quedaba nada de su agraciada cara, pero su alma estaba aún más embellecida. Martín se recuperó, abrazó a su novia y entendió que el amor va más allá de lo físico, se enamoró más de ella y admiró el lastimoso sacrificio.

Con más amor del que podía demostrar, Martín la hizo su esposa; algunos cuentan que se casaron en la Profesa, pero hasta el día de su boda Beatriz nunca más volvió a mostrar su rostro y quienes conocían su historia nombraron el lugar donde vivía “la calle de La Quemada”.

Se dice que su fantasma se aparece en la que fuera la calle de su casa, con su velo negro cubriendo su quemado rostro.

Actualmente la calle se llama Jesús María y se encuentra en el Centro Histórico, no es posible ubicar con exactitud la casa en donde se desarrolla la Leyenda, toda esa zona es comercial.

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