Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

 "Nadie"  Poemas

Imagen: «El Grito» Edvard Munch

«Nadie»

Un lastimero llanto tan profundo
y largo como el hambre,
aunque nadie escuchara los gemidos,
ni abriera alguna duda,
se presentó en nosotros de repente,
por si en la voluntad
de llevar al destierro los horrores,
errara sin quererlo,
y así los difundiera y propagara.

No existen más salidas
para volver al tiempo que rendía
culto y rito al jardín,
esas frescuras sabias cuya savia,
sin deshojarse nunca,
enaltecían todos los umbrales
en la eclosión primera.

Sabemos, eso sí, que son las aguas
las que de rocas brotan,
y vemos cómo danzan renovadas
las cosas en el mundo.
Y es que no somos nadie y nos asusta
sabernos tan pequeños.

Mas, ¿por qué fue tu vida y no la mía?

(Hay que ver las preguntas que disparo,
como si no supiera desde siempre
que me toca penar más que a los otros).

Un grito fue lanzado.
Se despidió de pronto una sonrisa
camino de regreso
a nuestro primer barro y primerizo,
en nuestras moribundas
entrañas, para ser el estandarte,
para estar con nosotros
más que nunca, con todos y con nadie.

Y yo quiero llorar
sobre tus crisantemos y besarte
el mármol de tu frente,
y levantar arengas por los vientos
para que guarden luto
todos los corazones que palpiten.

Y siempre ya contentos
con sólo compartir tus alegrías,
tus ansias de ser libre,
el transcurrir de días amorosos
en que hiciste tu senda.

Decimos con el alma refulgente
amigo, compañero,
con fe viva, que a ti no se te olvida,
que tu rostro y tu rastro,
tus rastrojos, jamás olvidaremos.

Nadie debiera ser
presa propiciatoria del olvido
y menos tú, amado
compañero de ruta y desventura.
Y es que mi mente quiere
de nostalgias pintar todas mis pieles,
mientras le aplaco y digo:
«Tan sólo por saber que Dios existe
nos merece la pena
arrastrarnos, vivir y ser persona».

(Nadie contesta nada).

Rasga un suspiro el aire circundante,
nos lloran las palabras.
No nos pueden llenar apenas nada,
ni sustituirnos nada,
ni a nadie reemplazar en la memoria.

Y sólo los silencios,
sus idas y venidas fulgurantes,
nos vuelven a romper una vez más

los o

jos.

Autor: Manuel Pérez-Petit

(Del libro inédito «Perfiles del miedo»)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.